viernes, 24 de febrero de 2017

Notas a propósito de la microhistoria y la intrahistoria en El pan dormido, de José Soler Puig



Emmanuel Tornés Reyes, investigador y crítico literario.

Aún constituye un enigma para mí por qué un escritor tan relevante para las letras cubanas y de América Latina como José Soler Puig (Santiago de Cuba, 1916-1996), continúa teniendo escasa resonancia e insuficiente recepción nacional e internacional, algo que resulta bien curioso si consideramos el papel decisivo desempeñado por él en la configuración de la imagen narrativa de nuestra Revolución, con ficciones de inusual atracción diegética y trazos ideoestéticos memorables, aspectos que, sin duda, provocaron que su novela Bertillón 166
ejerciera una seductora impresión en la crítica literaria de su tiempo tras obtener, en la edición inaugural  del  certamen en 1960, el Premio Casa de las Américas, galardón suscrito por las firmas de un jurado de lujo, cuyos integrantes fueron Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Enrique Labrador Ruiz y Miguel Otero Silva. Por otro lado, tampoco la inclusión de Bertillón 166 desde hace varias décadas en el programa   de español-Literatura de la enseñanza media en Cuba (noveno grado), ni el hecho de haber recibido Soler el Premio Nacional de Literatura en 1986, han resuelto el misterio.

Ni siquiera ha ayudado a disipar ese silencio la aparición en 1975 de El pan dormido, sin duda la novela cumbre de Soler. Es verdad que sobre ella han escrito elogiosamente Ricardo Repilado (1975 y 1985), José Antonio Portuondo (1977), Mario Benedetti (1977), Antonio Benítez Rojo (1979), Luis Álvarez Álvarez y Olga García Yero, algunos de cuyos textos se encuentran en la Valoración crítica de José Soler Puig (Editorial Oriente, 2006), preparada por Aida Bahr y Orestes Solís.

Por suerte, en este año 2016, centenario del natalicio del novelista, el Instituto Cubano del Libro realizó esfuerzos encomiables para recordar la trascendencia del intelectual santiaguero mediante conversatorios, encuentros científicos sobre su vida y obra, y presentaciones de varias de las novelas escritas por él —entre ellas la que nos ocupa— en el contexto de la Feria Internacional del Libro de La Habana y en las versiones provinciales de esta, acciones valiosas; pero que, sin duda, deberán replicarse de forma sistémica en las labores universitarias, críticas y editoriales si queremos que la obra de Soler sea mejor conocida entre quienes, en Cuba y el extranjero, buscan leer lo más valioso de las letras insulares.

A tal impulso responden estas reflexiones en torno a El pan dormido, obra proteica, pues tras cada relectura siempre nos sorprenden nuevas aristas conceptuales y estéticas, como me ocurrió al volver a sus páginas hace unos meses y revisar tres ediciones de  la novela: la primera de 1975 bajo el sello de la Uneac; la de Arte y Literatura, de 1977, en la cual suprimieron las erratas de la anterior; y, por último, la de Letras Cubanas del 2015, con diseño más apropiado y puesta a circular a partir de la Feria del Libro 2016.

Lo primero que llama la atención al leer el libro de Soler es la supuesta in- trascendencia del título, alejado de la habitual magnificencia de los rótulos del boom (por ejemplo, El siglo de las luces, Paradiso, Cien años de soledad), lo cual, sin duda, debe de haber desorientado por buen tiempo a los lectores cubanos, cuyas experiencias literarias y paratextuales se circunscribían a la novelística rectora de los años sesenta. Sin embargo, las relecturas del libro soleriano fueron insinuando poco a poco otras dimensiones significativas y estéticas para las cuales la insignificancia constituía un gesto intencional, una marca del cambio de la noción de literatura que, a contrapelo del boom, había empezado a manifestarse a partir de 1965 o 1966, pero cuyas señas no “percibíamos” o tendíamos a rechazar entonces a causa del enorme efecto de las propuestas de Carpentier, Fuentes, Vargas Llosa, Cortázar, Lezama, García Márquez y Rulfo en nuestro gusto y competencia de recepción.
                       
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Revista BNCJM 2-2016.indd 6                                                                       Año 107, No.2, 2016

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