Un día como hoy, pero de 1848 se publica por primera vez el
Manifiesto del Partido Comunista. El trabajo, uno de los tratados políticos más
influyentes de la historia, fue escrito por Karl Marx y Friedrich Engels
durante casi un año. Encargado a pedido por la Liga de los Comunistas, asegura
que en la actual sociedad moderna el proletariado es la única clase social cuya
emancipación significará la emancipación de toda la humanidad mediante la
revolución comunista: la abolición de la propiedad burguesa, las clases
sociales y el Estado. Además, asegura que una vez aparecidas las clases
sociales sobre la base de la propiedad privada y la explotación, la historia de
las sociedades ha sido la historia de la lucha de las clases explotadoras y las
explotadas.
El manifiesto comunista fue
publicado por vez primera en Londres en 1848. A raíz del segundo congreso
organizado por la Liga Comunista; es decir, que funciona como programa político
a raíz de las discusiones que se mantuvieron durante aquel encuentro. No obstante,
la obra es un análisis inteligente y perceptivo de la sociedad capitalista que
emergía con fuerza en la segunda mitad del siglo XIX, por lo que su importancia
trasciende el mero panfleto. Además, el paso del tiempo y los acontecimientos
actuales nos muestra que muchos de los puntos que se tratan en el texto son tan
vigentes hoy día como entonces.
Dividido en cuatro partes, las dos primeras (“Burgueses y
proletarios” y “Proletarios y comunistas”) son las más enjundiosas en cuanto a
teoría e ideas; ejemplarizante es el inicio de la obra: «La historia de
todas las sociedades anteriores a la nuestra es la historia de luchas de
clases.» El análisis del surgimiento de una burguesía que sustituye a la
nobleza como clase dominante propicia la aparición de una sociedad polarizada:
una minoría controla los instrumentos de producción mientras que una mayoría es
explotada en cierta forma para continuar con los ciclos productivos.
Esto nos
lleva a la aparición sistemática de crisis comerciales, que no son sino ciclos
de sobreproducción que desestabilizan el sistema capitalista (lo que en los
últimos años hemos conocido como «burbujas»). Es interesante la tesis que
Marx y Engels ofrecen sobre ellas:
Las
relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para abarcar la riqueza por
ellas generada. ¿Cómo supera la burguesía las crisis? Por una parte, mediante
la destrucción forzada de una masa de fuerzas productivas; por otra, mediante
la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de mercados
viejos. ¿Cómo, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y
reduciendo los medios para prevenir las crisis.
Para los autores, la única consecuencia positiva de este
sistema es la aparición de una conciencia de clase por parte del proletariado y
una inevitable (pensaban) caída de la burguesía, ya que «viene, pues, a
mostrarse claramente que la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el
papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer a esta, como ley
reguladora, las condiciones de vida de su clase. No es capaz de dominar porque
no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia ni siquiera dentro de su
esclavitud, porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que
alimentarlo en lugar de ser alimentada por él. La sociedad ya no puede vivir
bajo su dominio, esto es, su vida ya no resulta compatible con la sociedad.»
En la segunda parte, “Proletarios y comunistas”, los
autores intentan fijar unos objetivos al manifiesto en cuanto texto político.
Así, afirman, «el objetivo inmediato de los comunistas es […] la
constitución del proletariado como clase, el derrocamiento del dominio de la
burguesía y la conquista del poder político por parte del proletariado.» Como
objetivo último el partido comunista se fija la abolición de la propiedad privada;
haciéndose eco de los prejuicios que esta proclamación entraña, matizan con
inteligencia este enunciado:
[…]
¿es que el trabajo asalariado, el trabajo del proletario crea propiedad para
este? De ninguna manera. Lo que crea es capital, es decir, la propiedad que
explota al trabajo asalariado y que no puede multiplicarse sino a condición de
producir nuevo trabajo asalariado, para explotarlo a su vez de nuevo. En su
forma actual, la propiedad se mueve en la contradicción entre el capital y el
trabajo asalariado. […]
El
capital es un producto comunitario y solo puede ser puesto en movimiento por la
actividad conjunta de muchos miembros de la sociedad […]. El capital no es,
pues, una potencia personal; es una potencia social.
Por consiguiente, cuando el capital se transforma en propiedad común, perteneciente a todos los miembros de la sociedad, no se transforma propiedad personal en social. Solo cambia el carácter social de la propiedad. Pierde su carácter de clase.
Hacia el final de esta segunda parte se enumera un decálogo
de propuestas para poner en marcha el comunismo en los distintos países, entre
las que se encuentran unos fuertes impuestos progresivos, la creación de un
banco nacional con capital estatal, el trabajo obligatorio para todos o la
educación universal pública y gratuita. Como vemos, algunas de estas ideas
prácticamente jamás se han llegado a poner en marcha, mientras que otras han
quedado arrumbadas por el auge, durante todo el siglo XX, de un capitalismo
neoliberal feroz.
El manifiesto comunista es
más que un mero panfleto político: es un texto lúcido que penetra en el tejido
social para descubrir realmente cómo funcionan las cosas. A pesar de cumplir ya
más de 150 años de su publicación, casi todas sus tesis son hoy aplicables a un
análisis de la realidad. Ojalá algunas de sus soluciones también pudieran
aplicarse…
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