Todas las civilizaciones
importantes han tenido biblioteca anexa a templos y palacios reales, dada la
virtud atribuida a los libros como elementos sagrados, mágicos o de poder. En
la antigua Caldea, región de la Baja Mesopotamia o Irak, existió en 1700 a.C.
la primera biblioteca.
Los libros se escribían en
escritura cuneiforme con un punzón o estilo sobre tablillas de arcilla blanda
que luego se cocían. La colección de libros de Asurbanipal, rey de Asiria, en
Nínive, del siglo VII a.C. era ya una biblioteca nacional.
En Egipto, la
biblioteca más antigua de que hay noticia la creó Osymandias, en la ciudad de
Tebas. Pero también la ciudad de Menfis tuvo la suya. Pero la más importante
fue la Biblioteca de Alejandría, fundada por Ptolomeo Soter a finales del siglo
IV a.C. Organizada al principio por Demetrio de Falero, que llegó a reunir la
increíble cifra de 700.000 manuscritos o rollos: ninguna biblioteca de la
Antigüedad ha podido compararse con ella. También te puede interesar la
historia del diccionario.
Para desgracia de la Humanidad,
fue incendiada parcialmente en el 43 a.C. por un legionario de los ejércitos de
Julio César, pero su final vino siglos más tarde, en el III tras las luchas
intestinas del emperador Aurelio, luchas que acabaron con la magna colección de
libros en los que estaba concentrado el saber del mundo antiguo.
Solo quedó entonces la biblioteca
filiar en el Serapeum o Serapeo, también destruida en el siglo IV por los
cristianos, aunque otros piensan que fue cosa del califa Omar en el primer
tercio del siglo VII. De nuevo el fuego arrasaría, esta vez definitivamente,
aquel trono de cultura.
Rival de la de Alejandría fue la
de Biblioteca de Pérgamo, fundada en el siglo II a.C. y cuyos 200.000 volúmenes
fueron regalados tras haber saqueado el centro Marco Antonio, a Cleopatra,
reina de Egipto. Era una biblioteca moderna en su tiempo, pues en Pérgamo se
había sustituido el papiro por un material más duradero: el pergamino, llamado
así por haber sido utilizado primero en esa ciudad de Asia Menor.
La biblioteca pública empezó en
Atenas hacia 540 a.C. como iniciativa de Pisístrato. Después de esta fecha cada
templo tuvo su anexo dedicado a biblioteca sagrada. También las corrientes de
pensamiento en torno a filósofos como Platón o Epicuro tuvieron su biblioteca,
sobresaliendo la que sostuvieron los peripatéticos en torno a la figura de
Aristóteles, biblioteca que sería descubierta por un soldado romano escondida
en tinajas y llevada a Roma por Sila en el siglo I a.C. y que permitió que la
obra de aquel filósofo fuera conocida en Occidente.
En tiempos del emperador Adriano
en el siglo II, se estableció una gran biblioteca junto al Partenón, en la
acrópolis de Atenas. Pro también Roma contó con bibliotecas importantes.
A mediados del siglo II a.C. el
general Lucio Emilio Paulo llevó a la ciudad la gran biblioteca real de Pydna.
La más antigua parece ser la que mandó construir Cayo Asinio Polion en el siglo
I a.C. sobre la colina del Aventino.
César Augusto creó otra en el
monte Palatino, a la par que ponía la primera piedra para la futura gran
biblioteca Octaviana y establecía una cadena de bibliotecas públicas en la
ciudad. En el siglo IV había en Roma casi treinta bibliotecas públicas que poco
después serían destruidas por los bárbaros.
La Edad Media no fue pródiga en
bibliotecas; los pocos libros que había se concentraban en monasterios, abadías
y palacios episcopales donde se refugió el saber y se custodió el legado
cultural de Occidente durante casi un milenio.
San Benito de Nursia, fundador de
la orden benedictina, estableció como obligación monacal la lectura en el siglo
VI. Poco después, algunas ciudades de la España musulmana como Córdoba tenían
lujosas bibliotecas: en el 900 la capital del califato andalusí contaba con
medio millón de libros en su espléndida biblioteca.
El mundo islámico se había
convertido entonces en una civilización refinada; se cuenta que el gran visir
persa del siglo X, Abdul Kassem Ismael, viajaba con su biblioteca de más de
100.000 volúmenes a lomo de cuatrocientos camellos que caminaban siempre en la
misma posición y orden de fila, porque cada camello llevaba una serie de libros
alfabéticamente ordenados. Los camelleros eran bibliotecarios, y a cualquier
deseo del visir ponían en manos de éste el libro que deseara ojear.
El Renacimiento fue momento
crucial para el desarrollo de la biblioteca privada y pública. Cosme de Médicis
fundó en Florencia en 1444 la primera biblioteca pública moderna poniendo a
disposición de los sabios y eruditos del momento una colección de 10.000
volúmenes, entre ellos preciosos manuscritos griegos y latinos en los que el
gran mecenas había invertido millones. Tal vez te interese conocer la Historia
de la traducción científico-técnica.
Italia fue uno de los emporios
del saber. Mientras los Médicis tenían colecciones de libros como la citada. En
lugares como Inglaterra las cosas eran diferentes: la biblioteca privada del
obispo de Winchester no tenía más de diecisiete libros en sus estantes, pero se
consideraba una gran cosa.
La biblioteca actual mejor dotada
es seguramente la del Congreso de Estados Unidos, en Washington, con más de 100
millones de piezas. Pero la más numerosa sigue siendo la Biblioteca Nacional de
Moscú. Todas las civilizaciones importantes han tenido biblioteca anexa a
templos y palacios reales, dada la virtud atribuida a los libros como elementos
sagrados, mágicos o de poder. En la antigua Caldea, región de la Baja
Mesopotamia o Irak, existió en 1700 a.C. la primera biblioteca.
Los libros se escribían en
escritura cuneiforme con un punzón o estilo sobre tablillas de arcilla blanda
que luego se cocían. La colección de libros de Asurbanipal, rey de Asiria, en
Nínive, del siglo VII a.C. era ya una biblioteca nacional.
En Egipto, la biblioteca más
antigua de que hay noticia la creó Osymandias, en la ciudad de Tebas. Pero también
la ciudad de Menfis tuvo la suya. Pero la más importante fue la Biblioteca de
Alejandría, fundada por Ptolomeo Soter a finales del siglo IV a.C. Organizada
al principio por Demetrio de Falero, que llegó a reunir la increíble cifra de
700.000 manuscritos o rollos: ninguna biblioteca de la Antigüedad ha podido
compararse con ella. También te puede interesar la historia del diccionario.
Para desgracia de la Humanidad,
fue incendiada parcialmente en el 43 a.C. por un legionario de los ejércitos de
Julio César, pero su final vino siglos más tarde, en el III tras las luchas
intestinas del emperador Aurelio, luchas que acabaron con la magna colección de
libros en los que estaba concentrado el saber del mundo antiguo.
Solo quedó entonces la biblioteca
filiar en el Serapeum o Serapeo, también destruida en el siglo IV por los
cristianos, aunque otros piensan que fue cosa del califa Omar en el primer
tercio del siglo VII. De nuevo el fuego arrasaría, esta vez definitivamente,
aquel trono de cultura.
Rival de la de Alejandría fue la
de Biblioteca de Pérgamo, fundada en el siglo II a.C. y cuyos 200.000 volúmenes
fueron regalados tras haber saqueado el centro Marco Antonio, a Cleopatra,
reina de Egipto. Era una biblioteca moderna en su tiempo, pues en Pérgamo se había
sustituido el papiro por un material más duradero: el pergamino, llamado así
por haber sido utilizado primero en esa ciudad de Asia Menor.
La biblioteca pública empezó en
Atenas hacia 540 a.C. como iniciativa de Pisístrato. Después de esta fecha cada
templo tuvo su anexo dedicado a biblioteca sagrada. También las corrientes de
pensamiento en torno a filósofos como Platón o Epicuro tuvieron su biblioteca,
sobresaliendo la que sostuvieron los peripatéticos en torno a la figura de
Aristóteles, biblioteca que sería descubierta por un soldado romano escondida
en tinajas y llevada a Roma por Sila en el siglo I a.C. y que permitió que la
obra de aquel filósofo fuera conocida en Occidente.
En tiempos del emperador Adriano
en el siglo II, se estableció una gran biblioteca junto al Partenón, en la
acrópolis de Atenas. Pro también Roma contó con bibliotecas importantes.
A mediados del siglo II a.C. el
general Lucio Emilio Paulo llevó a la ciudad la gran biblioteca real de Pydna.
La más antigua parece ser la que mandó construir Cayo Asinio Polion en el siglo
I a.C. sobre la colina del Aventino.
César Augusto creó otra en el
monte Palatino, a la par que ponía la primera piedra para la futura gran
biblioteca Octaviana y establecía una cadena de bibliotecas públicas en la
ciudad. En el siglo IV había en Roma casi treinta bibliotecas públicas que poco
después serían destruidas por los bárbaros.
La Edad Media no fue pródiga en
bibliotecas; los pocos libros que había se concentraban en monasterios, abadías
y palacios episcopales donde se refugió el saber y se custodió el legado
cultural de Occidente durante casi un milenio.
San Benito de Nursia, fundador de
la orden benedictina, estableció como obligación monacal la lectura en el siglo
VI. Poco después, algunas ciudades de la España musulmana como Córdoba tenían
lujosas bibliotecas: en el 900 la capital del califato andalusí contaba con
medio millón de libros en su espléndida biblioteca.
El mundo islámico se había
convertido entonces en una civilización refinada; se cuenta que el gran visir
persa del siglo X, Abdul Kassem Ismael, viajaba con su biblioteca de más de
100.000 volúmenes a lomo de cuatrocientos camellos que caminaban siempre en la
misma posición y orden de fila, porque cada camello llevaba una serie de libros
alfabéticamente ordenados. Los camelleros eran bibliotecarios, y a cualquier
deseo del visir ponían en manos de éste el libro que deseara ojear.
El Renacimiento fue momento
crucial para el desarrollo de la biblioteca privada y pública. Cosme de Médicis
fundó en Florencia en 1444 la primera biblioteca pública moderna poniendo a
disposición de los sabios y eruditos del momento una colección de 10.000
volúmenes, entre ellos preciosos manuscritos griegos y latinos en los que el
gran mecenas había invertido millones. Tal vez te interese conocer la Historia
de la traducción científico-técnica.
Italia fue uno de los emporios
del saber. Mientras los Médicis tenían colecciones de libros como la citada. En
lugares como Inglaterra las cosas eran diferentes: la biblioteca privada del
obispo de Winchester no tenía más de diecisiete libros en sus estantes, pero se
consideraba una gran cosa.
La biblioteca actual mejor dotada
es seguramente la del Congreso de Estados Unidos, en Washington, con más de 100
millones de piezas. Pero la más numerosa sigue siendo la Biblioteca Nacional de
Moscú.
Tomado de: https://www.agorafs.com/historia-de-la-biblioteca/
Tomado de: https://www.agorafs.com/historia-de-la-biblioteca/
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